La grave situación económica que atraviesa Zimbabue, generada en gran medida por la corrupción del Gobierno de Robert Mugabe, ha desatado una violenta respuesta social sin precedentes que amenaza la continuidad del mandatario, de 92 años de edad y casi 30 en el poder.
Desde el pasado mes de julio este país sudafricano vive una ola de protestas contra su Gobierno que han desembocado en violentos enfrentamientos con las fuerzas de seguridad.
La policía intentó poner fin a las manifestaciones con una prohibición expresa, pero ayer, el Tribunal Supremo, levantó este veto al considerarlo una violación del derecho de libertad de expresión.
Zimbabue se encuentra entre los 20 países más pobres del mundo con un PIB per cápita de 850 dólares y una tasa de paro cercana al 80%, según los datos del Banco Mundial.
Sus constantes cambios en política monetaria, las sucesivas órdenes de impresión de dinero y el rápido incremento de los precios de los bienes generaron una hiperinflación que alcanzó la surrealista tasa de 500.000 millones por ciento en 2008 y dejó sin valor el dólar zimbabuense.
Antes de ser suspendida como moneda oficial en 2009, el Banco Central de Zimbabue llegó a emitir billetes de 100 billones de dólares que apenas servían para pagar una compra básica de alimentos y que ahora sirven de recuerdo turístico.
Desde entonces y pese a la solicitud de ayuda internacional, la situación no ha dejado de ser crítica.
El pasado mes de abril los bancos comenzaron a quedarse sin dinero en efectivo y los salarios de los funcionarios sufrieron importantes retrasos.
En un intento de ahorro de dólares estadounidenses, casi la moneda oficial, el Ministerio de Economía prohibió recientemente la importación de una amplia gama de bienes de Sudáfrica que sirven de base para la mayoría de los negocios locales.
«Todo esto ha desatado la furia», señala el economista John Robertson, en referencia a las protestas con saqueos e incendios de comercios y sedes institucionales.
Las desavenencias también han comenzado a surgir en el partido de Mugabe, la Unión Nacional Africana de Zimbabue-Frente Patriótico (ZANU-PF), y algunos de sus sectores tradicionales de apoyo -como los veteranos de guerra, institución muy respetada en el Ejército- han retirado su adhesión al presidente más longevo del continente.
«Si Mugabe mantiene su decisión de presentarse a las elecciones de 2018, o si nombra a un candidato que no está apoyado por los militares, el Ejército podría facilitar la caída del ZANU-PF», advierte a Efe el analista político Pedzisai Ruhanya.
Las muestras públicas de desacuerdo, hasta ahora apenas perceptibles en un país dominado por el ostracismo, sirven de combustible a las protestas que comenzaron cuando el pastor protestante Evan Mawarire lanzó una campaña a través de las redes sociales en contra de la corrupción y la pobreza.
Su iniciativa, que ha cosechado una legión de seguidores, se vio favorecida en mayo cuando el Gobierno anunció una nueva impresión de dinero, lo que reavivó los recuerdos de miseria que generó la hiperinflación de 2008.
Mawarire huyó en julio del país tras haber sido acusado de conspiración para derrocar al Gobierno, pero otros activistas sociales están siguiendo su camino.
Según los pronósticos del Robertson, el país podría afrontar próximamente una aguda escasez de combustible, energía y productos bienes básicos. «Estamos pasando de una mala situación a otra aún peor», lamenta.
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