Por: Pepe Se.-
Un ganador, un perdedor y un triunfador…
Se cometieron errores y se despreciaron opiniones, inclusive las que marcaban tendencias, pero de manera opuesta y siguiendo con su línea, sí se le hizo demasiado caso a los dichosos asesores “extranjeros” que por el hecho de ser “extranjeros” les prestamos demasiada atención. Realmente no nos enteramos de que no comparten la misma idiosincrasia que un verdadero nacional, de los que saben hablar, leer y escribir en su verdadero idioma natal, ¡laope!
Mientras nadie se dio cuenta que las redes sociales le estaban propinando la paliza del siglo al candidato del Gobierno, como diría Juan Carlos Tapia: “Tiene las piernas de trapo”, los “extranjeros” afirmaban que las redes sociales no ganaban elecciones…
Lo que sí demostraron al final del día, es que estas mismas redes sociales le dieron una verdadera paliza a la campaña que menos invirtió en ella, y que más gasto en medios convencionales.
Jugaron a ganador y apostaron todos los recursos al mismo; un candidato sin nombre ni apellido, que se hizo, “porque lo hicieron”… de forma tal que puso en la palestra pública sus intenciones de gobernar el país, y aunque no tenía perfil político, ni grandes recorridos y programa electoral sin sentido, se supo poco a poco ganar al electorado demostrando atraer una masa electoral de más de medio millón de votos.
¿Realmente los saco él? ó ¿fue el partido y su único dueño el responsable de sacar esos votos? Las estadísticas lo mostraron cuando perdieron, y el tiempo lo decidirá en las elecciones de 2019.
La lucha encarnizada con los medios de comunicación y la continuada batalla desigual entre el Ejecutivo y los mismos, dio pie al enfurecimiento del cuarto poder, en donde la parcialidad por un candidato, alabados por personajes caricaturescos, llamados, “analistas políticos”, y que igualmente fueron responsables de sus propios intereses, manipularon y destrozaron la voluntad del poder general, esa voluntad llamada democracia.
Un país en crecimiento y una población desconsiderada para unos, e inteligente para otros, nos dio la vaselina entendida que necesitábamos, “las obras no compran votos” pero sí quitan y ponen presidentes; las encuestas no son reales ni predicen el futuro, pero sí engañan a los políticos y a estrategas extranjeros.
El final fue por momentos divertido y por otros tedioso y alucinante; la lucha de poderes y titanes económicos demostró que aunque los más ricos se unan, anunciando sus propuestas electorales, la última palabra fue del pueblo que decidió llevar a la presidencia al que se creía perdedor, castigar al que se creía ganador y eliminar al históricamente triunfador.
Los pueblos hablan, los necios no escuchan, los pendejos somos muchos, pero esos mismos fueron claros y contundentes al decir, “los pueblos son pendejos, pero eligen a sus gobernantes”…
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