La primera gran crisis del Gobierno de Donald Trump, que lleva menos de un mes en el cargo, desembocó este lunes en la dimisión de su ya ex asesor de seguridad nacional, Michael Flynn, por haber mentido a altos cargos de la Casa Blanca acerca de sus contactos con Rusia.
Siempre rodeado de polémica, Flynn, un general condecorado que asesoró a Trump en política exterior durante su carrera presidencial y que se convirtió en uno de sus más fieles compañeros, duró apenas 24 días en su flamante cargo.
Le condenaron las conversaciones que mantuvo con el embajador ruso en Washington, Sergey Kislyak, durante el periodo de transición entre los gobiernos de Barack Obama y Trump e incluso antes de las elecciones a la Casa Blanca del 8 de noviembre.
Unas llamadas telefónicas que fueron interceptadas por la inteligencia estadounidense todavía en manos de Obama y en las que Flynn y Kislyak hablaron sobre las sanciones contra el Kremlin que el expresidente impuso antes de dejar la Casa Blanca como represalia por la supuesta injerencia electoral rusa.
Mientras los rumores sobre el contenido de las llamadas recorrían los despachos de Washington, Flynn le aseguró al vicepresidente, Mike Pence, así como a otros altos cargos del Gobierno, que con Kislyak no había hablado de las sanciones contra Rusia.
«No hablaron de nada que tenga que ver con la decisión de Estados Unidos de expulsar a diplomáticos o de imponer medidas contra Rusia», llegó a defender Pence en una entrevista el 15 de enero con CBS News, confiando en la palabra del entonces asesor, una postura similar a la que mantuvo recientemente el portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer.
Pero la realidad es que Flynn sí abordó las sanciones con Kislyak y las pruebas en su contra le obligaron hoy a reconocer con equilibrios que no le dijo la verdad a Pence: «Desafortunadamente, por el ritmo de los acontecimientos, informé involuntariamente con información incompleta al vicepresidente y a otros sobre mis llamadas con el embajador ruso».
Flynn, sin embargo, defendió que este tipo de conversaciones «son una práctica estandarizada en cualquier transición de tal magnitud» y que tenían el fin de «facilitar una transición fluida y empezar a construir una relación necesaria entre el presidente, sus asesores y líderes extranjeros».
Aunque muchos expertos han advertido que las conversaciones del ya exasesor de Trump con Kislyak fueron ilegales, no fue eso lo que le costó el puesto, sino las mentiras con las que intentó sortear la situación.
Por si fuera poco, la renuncia de Flynn en estos momentos puede dejar más preguntas que respuestas, ya que según publicó este lunes el diario The Washington Post, la ex fiscal general interina Sally Yates, purgada por Trump por insubordinación, advirtió en enero al asistente presidencial, Donald McGahn, de lo que estaba pasando.
Yates le dijo que las revelaciones de Flynn al embajador ruso le hacían incluso vulnerable a posibles chantajes del Kremlin.
Tras aceptar su dimisión, Trump nombró como asesor de seguridad nacional interino al teniente general retirado Joseph Keith Kellogg, un general condecorado del Ejército de Estados Unidos que combatió en Vietnam.
Kellogg forma parte de la terna que barajaba Trump para el puesto junto al exdirector de la CIA y general retirado, David Petraeus, y el vicealmirante Robert Harward, exsubcomandante del Mando Central, encargado de las operaciones en Oriente Medio.
Acusado de coquetear con el presidente ruso, Vladímir Putin, como el propio Trump, Flynn estaba obsesionado con el yihadismo y fue eso lo que le costó, según alega, su anterior cargo como director de la Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA) durante el Gobierno Obama.
Bien valorado entre los republicanos de línea dura y alejado de la neutralidad política que suele exigirse a los militares de carrera, Flynn también abogó por «encerrar» en la cárcel a la excandidata demócrata, Hillay Clinton, por su mala gestión del correo electrónico cuando era secretaria de Estado.
Amante de las llamadas «fake news», el termino de moda en Estados Unidos para referirse a las noticias falsificadas, que difundió a través de sus redes sociales durante la campaña, a Flynn lo acabó condenando una mentira.
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