El papa Francisco dedicó su mensaje anual sobre inmigración al drama que viven los niños inmigrantes y criticó que en lugar de favorecer su integración se busque sólo impedir su entrada en los países o se favorezca su repatriación.
El mensaje del papa llega en un momento en el que las asociaciones humanitarias denuncian la desaparición de cerca de 10.000 menores inmigrantes tras su llegada a Europa.
Y sólo en Italia han llegado 16.800 menores no acompañados en lo que va de año, que acaban desapareciendo, viviendo en la calle, en centros de detención o, los más pequeños o afortunados, en casas con familias.
Por ello, el mensaje papal para la Jornada Mundial del Inmigrante y el Refugiado, que celebrará la Iglesia el 15 de enero de 2017, estuvo dedicado a los niños inmigrantes, «los más vulnerables y sin voz».
Ante este panorama desolador, Francisco denunció este jueves que «en lugar de favorecer la integración social de los niños emigrantes, o programas de repatriación segura y asistida, se busca sólo impedir su entrada, beneficiando de este modo que se recurra a redes ilegales», denunció el pontífice.
Francisco también lamentó que los menores sean «enviados de vuelta a su país de origen sin asegurarse de que esto corresponda realmente a su interés superior».
El papa denunció la situación de estos menores que acaban «destinados con frecuencia a centros de detención» y que «no es raro que sean arrestados y, puesto que no tienen dinero para pagar la fianza o el viaje de vuelta, y pueden permanecer por largos períodos de tiempo recluidos, expuestos a abusos y violencias de todo tipo».
Afirmó que los Estados tienen la «obligación de resolver y regularizar la situación de los emigrantes menores de edad, respetando plenamente su dignidad y tratando de responder a sus necesidades, cuando están solos, pero también a las de sus padres, por el bien de todo el núcleo familiar».
Y recordó que «sigue siendo crucial que se adopten adecuados procedimientos nacionales y planes de cooperación acordados entre los países de origen y los de acogida, para eliminar las causas de la emigración forzada de los niños».
Francisco describió el drama de los niños obligados a dejar su países, que constituyen el grupo más vulnerable entre los emigrantes, «porque, mientras se asoman a la vida, son invisibles y no tienen voz: la precariedad los priva de documentos, ocultándolos a los ojos del mundo; la ausencia de adultos que los acompañen impide que su voz se alce y sea escuchada».
Niños que huyen de la situación en sus países y que son «los primeros en sufrirlas, padeciendo a veces torturas y castigos corporales, que se unen a las de tipo moral y psíquico, dejándoles a menudo huellas imborrables».
Asimismo, también explicó cómo a su llegada a los países donde buscaban una vida mejor «acaban fácilmente en lo más bajo de la degradación humana, donde la ilegalidad y la violencia queman en un instante el futuro de muchos inocentes, mientras que la red de los abusos a los menores resulta difícil de romper».
Ante ello, pidió las medidas necesarias para que se asegure a los niños emigrantes protección y defensa, «ya que estos chicos y chicas terminan con frecuencia en la calle abandonados a sí mismos y víctimas de explotadores sin escrúpulos», escribió citando otro mensaje del papa Benedicto XVI.
Sobre la explotación de los menores denunció que «el impulso más fuerte hacia el abuso de los niños «viene a causa de la demanda».
«Si no se encuentra el modo de intervenir con mayor rigor y eficacia ante los explotadores, no se podrán detener las numerosas formas de esclavitud de las que son víctimas los menores de edad», criticó.
También exhortó a las familias inmigrantes que «cooperen cada vez más estrechamente con las comunidades que los acogen» para ayudar así a sus hijos a integrarse.
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