El Papa desveló que hay «resistencias malvadas» a su reforma de la Curia
El papa Francisco, durante su reunión para felicitar la Navidad a la curia romana en la Sala Clementina del Vaticano. (EFE)

El Papa desveló que hay «resistencias malvadas» a su reforma de la Curia

El papa Francisco desveló este jueves la existencia de «resistencias malvadas» y «ocultas» a la reforma de la Curia, que está implementando desde hace tres años, en el discurso que dirigió a sus miembros.

Como cada año, Francisco aprovechó su discurso para felicitar las Navidades a la Curia, el Gobierno de la Iglesia católica, para lanzar un nuevo mensaje a sus miembros.

En el pasado había hablado de las «enfermedades de los eclesiásticos», en otro discurso enumeró las posibles «curas» y en esta ocasión les advirtió de que no puede haber reforma si ellos no cambian.

Además aprovechó la ocasión para lamentar las «resistencias» a la reforma que junto a los cardenales del llamado grupo «C9» está intentando implementar.

Las palabras del papa cobran mayor importancia en el contexto de malestar en el seno de la Iglesia católica tras la filtración de una carta firmada por cuatro cardenales en la que se cuestionan algunos puntos de su exhortación «Amoris Laetitia» y en la que se le exige su rectificación.

En su alocución, Francisco afirmó que existen resistencias a la reforma que «a veces nacen de la buena voluntad y del diálogo sincero».

También denunció «las resistencias ocultas, que nacen de corazones asustados y endurecidos, que se alimentan de las palabras vacías del ‘gatopardismo’ espiritual de quien dice que quiere cambiar las cosas, pero después quiere que todo quede como antes», dijo.

Advirtió que «existen también resistencias malvadas, que germinan en mentes perversas y se presentan cuando el demonio inspira intenciones malas. Este último tipo de resistencia se esconde en justificaciones, y, en tantos casos, acusaciones, que se refugian en las tradiciones, en las apariencias, en las formalidades, en lo conocido (…).

No obstante, Francisco dijo que había que escuchar «las «resistencias buenas -incluso las menos buenas- que son necesarias».

Al respecto de la reforma del Gobierno de la Iglesia, Francisco explicó que «no tiene fines estéticos» y que «no puede ser entendida como una especie de lifting o de maquillaje para embellecer el anciano cuerpo curial o como una operación de cirugía estética».

«Queridos hermanos, no son las arrugas de la Iglesia lo que se tienen que temer, sino las manchas», aseveró.

Por ello, les indicó que para realizar la reforma no basta «cambiar el personal, sino que los miembros de la Curia se renueven espiritualmente, humanamente y profesionalmente».

«La reforma de la Curia no se realiza con el cambio de las personas -que se está realizando y se realizará- sino con la conversación entre las personas», explicó.

Y agregó que «sin una conversión y una purificación permanente, sin un cambio de mentalidad, el esfuerzo funcional resultaría en vano».

En esta ocasión, el pontífice argentino enumeró y explicó los doce criterios que tienen que inspirar la reforma de la Curia: individualidad, pastoralidad, misionaridad, racionalidad, funcionalidad, modernidad, sobriedad, subsidiariedad, sinodalidad, catolicidad, profesionalidad y gradualidad.

Resaltó la importancia de los laicos y de las mujeres en el Gobierno de la Iglesia y advirtió que en esta reforma debe eliminarse para siempre el criterio «promoveatur ut removeatur» (promovido para quitarse de en medio a alguien) que dijo «es el cáncer» de la Iglesia.

Para confirmar que su reforma va adelante, el papa también fue enumerando uno por uno los pasos adelante que se ha realizado junto con el grupo de cardenales durante estos años de pontificado.

Y concluyó su largo discurso, de casi una hora, con una oración en la que pidió que los hombres de la Iglesia sean humildes, sin orgullo y arrogancia.

En los saludos finales, Francisco regaló a los cardenales y altos miembros de la Curia presentes en la sala Clementina del palacio pontificio el libro: «Consejos para curar las enfermedades del alma» del jesuita Claudio Acquaviva (1543-1615).


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