María Revilla sueña con que uno de sus alumnos vuelva al cabo de los años y le diga que su programa le ha cambiado la vida y ha encontrado el trabajo que lo hace feliz.
Lleva un año luchando por conseguirlo y, a pesar de las dificultades, sigue confiando en que será capaz de hacerlo realidad. Revilla, es la fundadora de EXNOVA Studio, una startup que se define como “un catalizador de talento universitario enfocado en la resolución ágil de retos de innovación para grandes empresas».
¿Qué hacéis en tu empresa?
Básicamente, seleccionamos universitarios -según los criterios de lo que buscan las empresas en el talento- y creamos equipos pluridisciplinares. Los ponemos a trabajar en programas de tres meses. Los formamos en metodologías agile, como creative problem solving, muy consolidada en Estados Unidos; y metodologías scrum.
Ahora mismo estamos investigando, porque tengo una visión muy concreta de hacia dónde quiero llevar la empresa y hay que introducir algunas cosas nuevas, como el desarrollo personal. Es mi gran reto con esta empresa: encontrar la forma de que los estudiantes universitarios en tres meses lleguen a un conocimiento profundo de sí mismos para que salgan al mercado laboral con una idea muy clara de cuál es su misión y su visión.
¿Cómo surgió la idea?
Estuve viviendo en Estados Unidos. Hice un programa de emprendimiento e innovación en Berkeley. Fue la oportunidad para mí de abrirme al mundo de la innovación. Tuve la ocasión de estar en primera línea con startups, emprendedores, etc. Sobre todo, una de las grandes claves que descubrí allí fue: sueña. Al final, los límites te los pones tú. En España la diferencia que he visto es que te cortan mucho las alas. Allí te las abren. Da igual que tengas 18, 27 o 40, te toman en serio, tengas la edad que tengas. Si tu idea es buena es lo que cuenta. Esa fue una de las aperturas de mente grandes que tuve en Estados Unidos: quien quiere, puede. Se trata de tener una idea y luchar por ella.
«En España te cortan las alas. En Estados Unidos, te las abren»…
Luego me fui a París. Allí estuve un año y medio trabajando en dos empresas. Aprendí por un lado la parte más técnica del trabajo con universitarios. Por otro, ese sentimiento de comunidad con las startups con las que trabajaba. Me di cuenta de que tenía que montar algo en España. Aquí estaban empezando a surgir cosas, pero le faltaba esa dimensión humana que yo quería darle al programa.
¿Hacia dónde va la compañía?
Quiero introducir jóvenes talentos a todos los niveles: discapacitados, personas en riesgo de exclusión… Estoy hablando con una fundación para ver la posibilidad de ampliar. Porque la resolución de retos de forma creativa puede ser en cualquier ámbito. Cada uno al final tendría su recorrido, pero con un elemento común entre todos: el desarrollo y la metodología para el desarrollo de retos.
Queda un camino largo por recorrer. Y no es fácil.
¿Cómo llegaste a la conclusión de que querías emprender?
Estudié arquitectura. En tercero de carrera me di cuenta de que no era lo mío. Sabía que iba a terminar costara lo que costara, porque soy una persona perseverante y por no fallar a mis padres, que habían puesto mucho esfuerzo y mucha ilusión en que me sacara la carrera. Pero tenía clarísimo que no me quería dedicar a eso; que en cuanto me diesen la nota del proyecto de fin de carrera, no iba a volver a tocar un escalímetro ni autocad en mi vida. Y es lo que ha pasado.
Quería ser feliz y sé que esto pasa por elegir un camino profesional que me haga feliz
Estuve muy perdida, porque cuando te has estado dedicando a algo que no te gusta, no has tenido tiempo para averiguar lo que te gusta, cuáles son tus pasiones. Y yo en la innovación encontré una pasión. Pero estaba muy perdida y lo pasé muy mal por la incertidumbre. Yo no quería dedicarme a algo que no me gusta. Quería ser feliz y sé que esto pasa por elegir un camino profesional que me haga feliz.
¿Es ese el primer paso, ser consciente de tus propias capacidades?
Yo he trabajado mucho en mí y a partir de trabajar en mí es de donde han surgido muchas de estas cosas. Yo tenía claro que la empresa era un reflejo de mí. De manera que en la medida en que yo estuviera alineada conmigo y tuviera claro hacia dónde quería ir; y, sobre todo, ser fiel a mí misma, iría bien y funcionaría.
Tuve ayuda en esos momentos. Personas que creyeron en mí y me dijeron: “Tienes potencial en esto”. Si no hubiera tenido esos apoyos, que no todo el mundo tiene esa suerte. No voy a poder ayudar a todo el mundo, pero si puedo ayudar a los estudiantes que estén en el programa a identificar ese algo que los hace excepcionales, que los acerque a su propósito, a ser felices, esa sería mi mayor felicidad. Que de verdad el impacto que tuviera en que ellos elijan un camino de felicidad fuera grande. Todos tenemos algo que nos hace excepcionales, el problema es que no somos conscientes de qué es ese algo.
¿Qué consejo darías a quien esté pensando en emprender?
No puedes dejar que te paralice el miedo. La incertidumbre del qué pasará es algo con lo que cuesta mucho lidiar. Pero, lo que intento para tratar de acallarla, es pensar: ¿estás bien con lo que estás haciendo? Y estar alerta y con los ojos superabiertos a cualquier oportunidad que pueda surgir.
Si es lo que quieres: inténtalo. Aun con miedo. Y rodearte de personas de todas las edades: gente joven, gente con una trayectoria más larga que la mía. Intentar absorber como una esponja todo lo que puedas. Y el mejor consejo es: sé fiel a ti mismo y lucha por tus sueños.
Fuente: El Plural
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