Los dos aspirantes favoritos a la Presidencia de EE.UU., Hillary Clinton y Donald Trump, arrastran niveles de impopularidad históricos, lo que ha dado más protagonismo y apoyo en los sondeos a otros candidatos, independientes y minoritarios, y motivó el «fenómeno Bernie Sanders».
Evan McMullin, exagente de la CIA y exdirector de política del Partido Republicano en la Cámara de Representantes, lanzó su candidatura como conservador independiente en agosto y se define como la mejor alternativa a la disyuntiva que se les plantea a los estadounidenses de elegir entre Clinton o Trump «al menor de dos males».
Voluntarios y simpatizantes reparten en esta recta final propaganda electoral de McMullin en actos multitudinarios como la maratón anual del Cuerpo de Marines, que recorrió el pasado domingo parte de Washington y del norte de Virginia.
McMullin ha tenido cierta presencia en las últimas semanas en los medios, atiborrados de discursos e información sobre Clinton y Trump, por su sorprendente desempeño en Utah, un estado de sólida tradición republicana.
Allí McMullin puede aguarle la fiesta a Trump, quien solo saca al candidato independiente una ventaja de seis puntos, según el promedio de sondeos que elabora la web RealClearPolitics.
El exagente de la CIA asegura estar creando «un nuevo movimiento conservador» en EE.UU. y, en su cuenta de Twitter, afirma que su objetivo es «bloquear» la llegada a la Casa Blanca tanto de Trump como de Clinton, porque ambos son «personas profundamente corruptas que harían un enorme daño» al país.
Por su parte, Gary Johnson ya aspiró a la Presidencia por el Partido Libertario en 2012, cuando logró 0,99% de los votos, y ahora repite candidatura.
Johnson, exgobernador de Nuevo México, llegó a tener hasta 9% de intención de voto en septiembre en el promedio de sondeos a nivel nacional, pero ese apoyo se ha ido desvaneciendo y ahora apenas ronda 4%, de acuerdo con los datos de RealClearPolitics.
El objetivo de Johnson durante la campaña era, sobre todo, alcanzar 15% de respaldo en el promedio de sondeos necesario para participar en los debates televisados entre los candidatos a la Presidencia y obtener así más visibilidad.
No lo consiguió y, por otro lado, cometió varios errores sonados, entre ellos el que protagonizó durante una entrevista de televisión en la que preguntó «¿Qué es Alepo?» cuando le estaban hablando acerca de la crisis en esa ciudad siria.
Esta misma semana el compañero de fórmula de Johnson, el exgobernador de Massachusetts Bill Weld, dijo que un objetivo «realista» para los libertarios es lograr 5% del voto popular en las elecciones del próximo martes, al advertir del «caos» de una Presidencia de Trump y respaldar indirectamente a Clinton.
Al igual que ha ocurrido con Johnson, el respaldo a Jill Stein, candidata del Partido Verde y que, como Clinton, quiere ser la primera presidenta de la historia de EE.UU., ha ido bajando desde casi 5% que tenía en junio al 2% actual.
Stein ha recibido esta semana el respaldo de la actriz y activista Susan Sarandon, quien explicó en una carta abierta que su «miedo» a un gobierno de Trump no es suficiente para optar por Clinton, dado el «historial de corrupción» de la ex secretaria de Estado.
Durante las primarias por la candidatura presidencial demócrata, Sarandon fue una de las mayores defensoras de Bernie Sanders, un senador casi desconocido a nivel nacional que se autodefine como «socialista» y que plantó cara hasta el final a Clinton y su potente maquinaria con su «revolución política».
En las elecciones del próximo martes se verá si los seguidores de Sanders, de perfil joven y progresista, dan un voto de confianza a Clinton o se decantan por las otras alternativas de una contienda que ha sido todo menos predecible.
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