La seguridad contra el terrorismo islámico no justifica el blindaje de la frontera con México que se propone el presidente electo de EE.UU., Donald Trump, aunque el asunto es muy volátil y podría cambiar rápidamente, según los expertos.
«Vamos a poner en práctica un sistema de defensa histórico y con múltiples niveles para que los carteles de la droga y los terroristas no se cuelen por las rendijas», dijo recientemente el presidente del Comité de Seguridad Nacional de la Cámara baja, el republicano Mike McCaul, que sonó como posible elección de Trump para la Secretaría de Seguridad Nacional.
Pero, según los expertos, en lo que se refiere al peligro del terrorismo islamista, hasta ahora no se ha detectado que hayan usado la frontera con México como puerto de entrada al país.
«Algunos congresistas estadounidenses han dicho tener información de que grupos terroristas han cruzado la frontera común, pero ninguno ha dado evidencia de este hecho», dijo a Efe el exresponsable de seguridad fronteriza en la embajada mexicana en EE.UU. Gustavo Mohar, que dirige el grupo de consultoría Atalaya.
Uno de estos casos es el de cinco sirios con documentación falsa interceptados en Honduras a finales de 2015, que el presidente del Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes, el republicano Jeff Duncan, ha citado en varias ocasiones.
Según las autoridades hondureñas, se trataba de un grupo de estudiantes que habían pasado por cinco países en busca de refugio en Estados Unidos y solicitaron asilo en Honduras.
A partir de los atentados del 11 de septiembre de 2001, la cooperación entre México y Estados Unidos «permitió entender que ese supuesto (de la infiltración terrorista por la frontera) es muy relativo», señaló Mohar.
Sin embargo, para algunos expertos la situación puede cambiar rápidamente, ya que «los jihadistas están buscando constantemente nuevas oportunidades y modos de atacar», según el excoordinador de estrategia antiterrorista del Gobierno de EE.UU. Alberto Fernández.
«El hecho de que haya un grupo más internacional de personas intentando cruzar la frontera (menos hispanos y más personas de otros continentes) significa que solo es cuestión de tiempo hasta que ocurra un atentado grave», dijo a Efe Fernández.
La Organización Internacional para las Migraciones y la Organización de Estados Americanos han detectado un aumento del flujo de inmigrantes de Asia y África desde Brasil, Ecuador y Colombia a través de América Central con destino a México y Estados Unidos, algunos de ellos procedentes de países en la lista de vigilancia estadounidense, como Siria, Irán, Somalia o Yemen.
«La falta de percepción del riesgo puede ser un problema», dijo a Efe Javier Martínez, funcionario jurídico del Comité de Lucha contra el Terrorismo del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
El último informe anual de este Comité califica de baja o muy baja la percepción de un riesgo de este tipo en América Latina, aunque subraya la amenaza de la corrupción, la mayor relación entre el crimen organizado y los terroristas y los indicios de que en la región hay simpatizantes prestando apoyo financiero a esos grupos.
«Mucho del apoyo a los terroristas en el Hemisferio Occidental es el de las comunidades de la diáspora a Hizbullah en forma de apoyo material, no actos de terrorismo», señaló Fernández.
Al igual que en otras regiones del mundo, el apoyo también se ha traducido en recursos humanos. Según la Oficina de Lucha contra el Terrorismo y el Extremismo Violento del Departamento de Estado, un centenar de ciudadanos de América Latina y el Caribe han sido reclutados para combatir con el grupo radical Estado Islámico (EI).
Aunque se trata de una cifra insignificante en comparación con los más de tres mil combatientes procedentes de Europa e incluso inferior a los más de 150 reclutados en Estados Unidos, la preocupación estriba en el control una vez que regresen y su relación con el extremismo violento ya dentro de sus países.
«Hemos pasado de un mundo de atentados dirigidos por terroristas a un mundo que incluye también atentados inspirados por terroristas, en los que personas que viven entre nosotros se radicalizan inspirados por la propaganda terrorista», advertía recientemente el secretario de Seguridad Nacional de EE.UU., Jeh Johnson.
«Ha habido hispanos en Estados Unidos como Enrique Márquez, en el caso de San Bernardino, y Sixto García, en Texas, que se han radicalizado y colaborado en los ataques», recordó Alberto Fernández sobre esos atentados «inspirados por terroristas» en Estados Unidos.
Según el director de la Oficina Federal de Investigaciones, James Comey, la policía federal está investigando un millar de posibles casos de extremismo violento en los 50 estados de Estados Unidos.
En este contexto de alarma constante, el elegido por Donald Trump para dirigir el Departamento de Seguridad Nacional, el general John Kelly, anticipaba hace unos meses su visión sobre la amenaza del terrorismo y la delincuencia organizada en la región.
«El crimen organizado no solo amenaza nuestra seguridad, sino también la estabilidad y la prosperidad de nuestros vecinos latinoamericanos», dijo Kelly en su última comparecencia ante el Senado como jefe del Comando Sur de Estados Unidos.
«La lucha contra el tráfico ilícito y la lucha contra el terrorismo van a menudo de la mano», agregó.
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