Un grupo internacional de científicos detectó la etapa más temprana registrada hasta ahora de la explosión de una estrella masiva, que produjo una supernova, lo que permitió observar el material expulsado por el cuerpo celeste en sus estertores finales, explicó este miércoles el físico William Lee Alardín.
La explosión fue captada en octubre de 2013 por el Observatorio Palomar en California (EE.UU.) en una galaxia a 160 millones de años luz de nuestra Vía Láctea. Un año luz es la distancia que recorre la luz en un año a 300.000 kilómetros por segundo.
La alerta del descubrimiento, que registró la explosión unas tres horas después de haberse producido, dio lugar a un seguimiento por parte de instrumentos astronómicos en todo el mundo.
Entre los que respondieron figura el telescopio robótico Harold L. Johnson del Observatorio Astronómico Nacional en San Pedro Mártir, en el estado mexicano de Baja California, operado por el Instituto de Astronomía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
La observación se pudo dar de manera coordinada con colaboradores de una red internacional muy extensa en la que resaltan participantes de Israel, Dinamarca, Irlanda, Suecia, Reino Unido, Estados Unidos y México, precisó Lee, coordinador de Investigación Científica de la UNAM, en una entrevista con Efe.
«Una vez transmitida la posición de este objeto, RATIR le pudo dar seguimiento durante dos meses», dijo el experto refiriéndose a la cámara infrarroja para eventos transitorios y de reionización (RATIR, por su sigla en inglés), instalada en el telescopio Harold L. Johnson.
Lee, egresado de la carrera de Física de la UNAM y con maestría y doctorado en Física por la Universidad de Wisconsin, explicó que la estrella que estalló tenía «entre diez y veinte veces la masa del Sol», y que la explosión dio origen a una supernova tipo II, denominada SN 2013fs.
Una supernova es visible debido a la luz que emana de la explosión, fenómeno que puede tardar semanas o meses en disminuir su intensidad lumínica.
El especialista refirió que cuando las estrellas masivas están por morir tienen pulsaciones y eyecciones de masa a su entorno inmediato, antes de finalmente estallar. La materia que expulsan produce una nube que rodea a la estrella.
De acuerdo con el científico, en este caso el disco circunestelar que se observó pudo originarse entre uno y dos años antes de la explosión, un plazo muy corto comparado con la vida de este tipo de estrellas, de unos 10 millones de años (mil veces menos que la de estrellas como el Sol).
Al captar la explosión a las pocas horas de haber ocurrido, la luz que emitió el estallido permitió a los expertos observar todo el material que rodeaba la estrella antes de que fuera alcanzado por la explosión misma.
«Esto logró percibirse antes de que fuera barrido por la explosión», señaló Lee, quien participó en el proceso de registro y estudio del acontecimiento.
Otros investigadores habían logrado ver estos fenómenos días después de ocurridos, por lo que haber captado la explosión apenas horas más tarde representa de la observación más temprana de una supernova hasta ahora.
El investigador afirmó que «el hecho de que se haya podido observar el evento en las primeras horas permite estudiar aspectos de la vida de estrellas 10 veces más masivas que el Sol».
Actualmente se cuenta con instrumentos de última generación que pueden responder de manera automatizada, expuso Lee, y resaltó que «no se podría dar este descubrimiento con tecnología de hace 20 años».
Aunque la explosión fue registrada en 2013, recientemente concluyó el análisis y estudio de la supernova. El proyecto fue encabezado por Ofer Yaron, del Instituto Weizmann para la Ciencia de Israel, quien publicó un artículo en la revista Nature Physics el 13 de febrero pasado con Lee como coautor, junto con investigadores de algunos de los países participantes.
Si bien fue el único autor de México en la publicación, Lee señaló la importancia del trabajo de los responsables de las herramientas utilizadas por el Instituto de Astronomía en el proyecto, principalmente los cinco astrónomos involucrados y el equipo técnico.
«La experiencia exitosa de este proyecto nos ha llevado a planear otros, que hacen cosas distintas y complementarias, ya sea con imágenes de muy alta resolución en telescopios relativamente pequeños, o telescopios que observan grandes secciones del cielo con una sola exposición y pueden identificar eventos de este tipo y dar las alertas ellos mismos», dijo.
El objetivo, abundó, «es lograr encontrar estos eventos en las primeras etapas, en las que suceden las explosiones» para aprender más acerca de las diferentes etapas de vida de las estrellas.
«Los programas siguen y esperamos encontrar estos eventos en etapas aun más tempranas», acotó.
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