Sobre el mostrador de una cafetería en el este de Caracas un hombre, con total indiferencia, pone un fajo con doscientos billetes de diez bolívares y le pide a la vendedora: «cóbrate». La pila de billetes para pagar un par de cafés es el guiño de la inflación en Venezuela.
El manejo de efectivo en el país petrolero es un engorroso proceso que ha destrozado el valor del cono monetario puesto en marcha a principios de 2008 que carga encima una inflación acumulada hasta 2015 de 2.357,9 por ciento, según datos oficiales.
De acuerdo a los datos del economista y profesor universitario Luis Oliveros entre enero de 2008, cuando se puso en circulación el actual cono monetario, hasta octubre de 2016, ha habido un incremento del 6.000 por ciento de la masa monetaria.
Las piezas emitidas durante el Gobierno del fallecido Hugo Chávez (1999-2013) fueron parte de un proceso de reconversión monetario que incrementó el «bolívar fuerte», borrando tres ceros a la moneda anterior y reemplazando así al «bolívar» a secas.
Sin embargo, las facturas circulantes son un número tímido frente a la inflación que ha sumado el país en este último año, que, de acuerdo con los números que proporcionó Oliveros a Efe, podría ser del 400 por ciento, lo que implicaría un Índice de Precios acumulado del 16.400 por ciento desde 2008 hasta la actualidad.
Esto quiere decir que lo que los venezolanos podían pagar con el antiguamente poderoso billete de 100 bolívares, la más alta denominación del país, requeriría ahora de unos 16.000 bolívares, un fajo de 160 billetes.
El mismo salario mínimo es una muestra de lo atrasado del cono monetario con respecto a la inflación del país sumido en una crisis profunda.
El salario mínimo, que en 2008 rondaba los 700 bolívares y que podía ser pagado con unos cuantos papeles, es hoy de unos 27.000 bolívares.
La Asociación Bancaria de Venezuela (ABV) anunció hace una semana un «proceso de introducción» de billetes de mayor denominación en las entidades bancarias del país para compensar la escasez de efectivo que se ha registrado en los últimos días.
«Las limitaciones transitorias (…) son consecuencia del proceso de introducción de una nueva gama de billetes de más alta denominación que ha hecho necesario aplicar medidas que permitan distribuir el efectivo disponible entre clientes y usuarios hasta que se incorporen las nuevas piezas monetarias», informó ABV en una comunicado.
Mientras tanto, el problema ha degenerado en la escasez de billetes circulantes y en el racionamiento diario de efectivo por parte de las instituciones bancarias.
En las taquillas bancarias el límite de retiro diario es de 10.000 bolívares (unos 15 dólares al cambio oficial más alto), pagados por lo general en billetes de las más bajas denominaciones atendiendo a la escasez de facturas.
Esta situación puede explicar el por qué el cuerpo del señor Ramón Rodríguez pasó de delgado a obeso con una sola entrada al banco tras guardar en el interior de su chaqueta 10.000 bolívares que cobró en el banco en billetes de diez, unos bultos que no entraban en sus bolsillos.
Estos fajos, que ocuparían el interior completo de una mochila, solo le alcanzaría a Ramón para comprar, quizá, unas 10 latas de gaseosa o 15 bollos de pan.
Por otra parte, los cajeros electrónicos están habilitados solo para dispensar hasta 8.000 bolívares diarios, una quinta parte del salario mínimo venezolano, en varias transacciones de hasta 3.000 bolívares.
Este límite diseñó la rutina de Yordalis Cabrera que contó a Efe que visita a diario los cajeros para sacar el límite diario cada día hasta poder acumular suficiente dinero para viajar desde Caracas al interior del país antes de que llegue la nochebuena.
Pero además, el retiro de dinero en los cajeros electrónicos es la búsqueda de la suerte, porque llegar a la taquilla solo es posible después de hacer una larga fila de personas que intentan retirar efectivo esperando, además, que la pantalla no anuncie «fuera de servicio» si quien estaba delante sacó los últimos 3.000 bolívares.
En el populoso barrio caraqueño 23 de Enero, el señor Miguel Velázquez, un recolector de artículos usados de 74 años, visita dos o tres veces por semana el banco donde recibe la pensión para sacarla en pequeñas partes y guardarla en casa.
Su miedo es pensar que agarrar un autobús cargado de dinero pudiera hacer pensar que viaja con una fortuna y ser asaltado en el camino.
«La semana pasada agarre 10.000 bolívares, y me dieron cinco paquetes, no hallaba qué hacer, andaba viendo para los lados pensando en que lo fueran a atracar a uno pensando que cargaba dos millones de bolívares ahí», contó a Efe.
Retirar dinero desde el cajero de su comunidad es un acto casi sin sentido porque desde allí no podría retirar más de 600 bolívares en un solo retiro, y solo puede intentarlo dos veces en un día.
«Y para qué me alcanzan 1.200 bolívares», se pregunta a si mismo y se responde: «Pues para nada, para salir del banco comerme una arepa (tostada de maíz), volver a entrar y dejar para el pasaje para volver mañana otra vez».
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