El magnate Eike Batista, que llegó a ser el hombre más rico de Brasil, fue detenido este lunes al desembarcar en el aeropuerto de Río de Janeiro procedente de Nueva York en cumplimiento de una orden de prisión dictada la pasada semana por su implicación en un caso de corrupción.
Batista, declarado prófugo el pasado jueves, anunció anoche desde el aeropuerto de Nueva York que regresaría a Brasil para colaborar en la investigación, por lo que la Policía Federal ya lo esperaba en el aeropuerto internacional de la localidad brasileña.
El empresario, acusado del pago de comisiones ilegales por unos 16,5 millones de dólares al exgobernador de Río de Janeiro Sergio Cabral para adjudicarse contratos públicos, fue detenido inmediatamente después de bajar de la escalerilla del avión por agentes de la Policía Federal.
El millonario, cuyo vuelo aterrizó en Río de Janeiro hacia las 9.50 hora local, fue conducido inicialmente a la sede del Instituto Médico Legal para los exámenes de rutina antes de ser trasladado a una prisión común.
Su detención fue ordenada por el juez séptimo penal de Río de Janeiro, Marcelo Bretas, en un proceso por el delito de corrupción activa vinculado al gigantesco escándalo por los desvíos en la petrolera estatal Petrobras.
«Estoy regresando para responder a la Justicia, como es mi deber… Llegó el momento de dejar las cosas claras. Estoy regresando porque voy a mostrar cómo fueron las cosas», afirmó el empresario en declaraciones que concedió a periodistas antes de embarcar en Nueva York.
El empresario, que tiene pasaporte alemán, negó que hubiese planeado huir hacia Alemania de donde difícilmente sería extraditado por su doble nacionalidad.
Según la Fiscalía, para pagar las comisiones ilegales, Batista usó un contrato «ficticio» que simuló la compra de una mina de oro a testaferros de Cabral, que está en prisión desde noviembre pasado.
El fiscal Leonardo Freitas, responsable por el caso, acusó a Cabral de crear «una organización criminal» en 2002, cuando era diputado regional en Río de Janeiro, que se expandió a partir de 2007, cuando fue elegido gobernador, cargo que ocupó hasta 2014.
De acuerdo con la Fiscalía, el exgobernador ocultaba en cuentas en el exterior cerca de 100 millones de dólares al parecer procedentes de sobornos pagados por empresarios para adjudicarse contratos.
Batista, de 60 años y que llegó a ser considerado hace unos años por la revista Forbes como el octavo hombre más rico del mundo, acumuló hasta 2010 una fortuna calculada en unos 30.000 millones de dólares, pero en los últimos años cayó en desgracia después de entrar en arriesgados negocios y se vio obligado a vender la mayoría de sus empresas y a declarar en quiebra otras.
Hijo de Eliezer Batista, un exministro de Energía y expresidente de la antigua estatal Vale do Río Doce, privatizada en 1998, el empresario acostumbraba a hacer ostentación de su riqueza y a exhibirse con la farándula y la cúpula del poder.
El año pasado rompió un prolongado silencio para colaborar con la Justicia en las investigaciones sobre los desvíos en Petrobras, el mayor escándalo de corrupción de la historia de Brasil.
Batista admitió que realizó «donaciones» sin declarar a campañas políticas con fondos procedentes de comisiones ilegales por la adjudicación de contratos con empresas públicas.
Según el Tribunal Superior Electoral, las «donaciones» de Batista beneficiaron a 13 partidos y alcanzaron los 12,6 millones de reales (unos 3,8 millones de dólares).
Entre los beneficiarios de sus donaciones, según la prensa, estaría la campaña electoral de la expresidenta Dilma Rousseff cuando se presentó a la reelección en 2014 formando equipo con Michel Temer, actual presidente de Brasil.
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