La ciudad y los fanáticos de los Cachorros de Chicago tuvieron que esperar 108 años para que su equipo consiguiese de nuevo el título de la Serie Mundial y cuando les llegó la hora de la celebración su entusiasmo desbordó todo lo imaginable.
Chicago amaneció cubierta de azul por todos sus rincones y desde primeras horas de la madrugada miles de personas comenzaron a utilizar los transportes públicos para posicionarse en los mejores lugares por donde durante cuatro horas sus ídolos deportivos hicieron un desfile triunfal y apoteósico.
La ciudad también tiño de azul brillante el río de Chicago para homenajear al equipo, como hace todos los años al teñirlo de verde para el Día de San Patricio.
La fiesta, que tuvo que esperar más de un siglo, comenzó con una caravana de autobuses descubiertos en los que estaban todos los dueños, directivos y jugadores de los Cachorros, que partió del legendario Wrigley Field, el campo del equipo, y llegó hasta el Parque Grant, frente al Lago Michigan.
A bordo de los autobuses de dos pisos descubiertos, algunos jugadores posaban para los fotógrafos, mientras otros levantaban a sus hijos y disfrutaban con sus familias del momento tan especial.
El jardinero central Dexter Fowler, que nada más concluir el desfile se declaró agente libre, tenía un habano mientras llegaba a una celebración que ya ha sido calificada como «fiesta del siglo».
Después de recibir todo tipo de muestras en el trayecto, cuando los jugadores llegaron al escenario montado en el Parque Grant, a ritmo de la canción «Go Cubs Go», interpretada por Brett Eldredge, comenzó la cita con las emociones.
El veterano David Ross, que a sus 39 años dice adiós a la competición tras haber logrado un jonrón solitario espectacular en el decisivo Séptimo Partido, que ganaron 8-7, en 10 entradas, a los Indios de Cleveland, se tomó un selfie frente a una multitud de miles de eufóricos fanáticos.
El primera base Anthony Rizzo fue el que más se emocionó a la hora de expresar sus sentimientos por el logro deportivo conseguido cuando grito «¡Se nos dio! ¡Se nos dio1 y el piloto Joe Maddon, en su línea, de tranquilidad, y concepto progre de la vida, dio toda la imagen de estrella de rock.
Ataviado con gorro de lana, lentes oscuros y una camiseta con la frase «We didn’t suck» (No lo estropeamos), Maddon disfrutó de la marea azul que los vitoreaba y reconoció lo especial del momento.
«¡Bienvenidos a Cubstock 2016!», exclamó Maddon. «Este es un momento único para nosotros. Jamás experimenté algo como Wrigley Field noche tras noche… también quiero felicitar a los fanáticos. Gracias por ser tan pacientes».
Después de haber disputado en 1945 lo que había sido la última Serie Mundial de los Cachorros de Chicago, el equipo ha vivido un auténtico calvario de frustraciones y fracasos deportivos, que los supersticiosos atribuyen a la llamada «Maldición de la Cabra».
La historia del dueño de una taberna de Chicago que supuestamente maldijo a los Cachorros después que el equipo le prohibió entrar al estadio con su mascota –una cabra– durante la Serie Mundial de 1945, por el mal olor que despedía y del que se quejaron los aficionados que estuvieron a su lado.
Esta vez, nada de esas leyendas urbanas afectaron al resultado final de la Serie Mundial que hizo justicia al dejar como campeón al mejor equipo que hubo en el béisbol profesional de las Grandes Ligas durante toda la temporada.
«Todo el equipo se merece el título y también el que me gane de Jugador Más Valioso (MVP) de la Serie Mundial», declaró el jardinero Ben Zobrist, que hizo posible la anotación de séptima carrera que rompió el empate (6-6) en la pizarra. «Son verdaderamente profesionales excepcionales».
Mientras que los peloteros latinoamericanos, encabezados por el receptor venezolano, Miguel Montero, que impulsó la carrera que sería la del triunfo, también simbolizó la aportación que durante toda la temporada hicieron el resto de sus compañeros latinos.
Lo mismo que los miles de seguidores hispanos con que cuentan los Cachorros, que formaron parte de un desfile memorable e histórico con el que las nuevas generaciones de fanáticos llegaron a la «fiesta del siglo» para enterrar un pasado frustrante y presentar, como campeones del «Clásico de Otoño, su candidatura a establecer una nueva dinastía dentro del béisbol de las Grandes Ligas.
El viernes fue declarado día festivo en las escuelas públicas de Chicago, por lo que los 390.000 estudiantes de la ciudad pudieron acudir a las festividades, algo que se hizo sentir entre los miles de personas que acudieron a la celebración.
Por su parte, gobernador de Illinois, Bruce Rauner, decretó el viernes como el «Día de los Campeones Mundiales Cachorros de Chicago» en todo el estado.
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